LA FRASE DEL PERIODO DE TIEMPO QUE VA DESDE SU PUBLICACION HASTA SU REEMPLAZO POR OTRA

"Sin la facultad de olvidar, nuestro pasado tendría un peso tal sobre nuestro presente, que no soportaríamos abordar un solo instante más, y mucho menos entrar en él. La vida sola le resulta soportable a los caracteres triviales, a aquellos que, precisamente, no recuerdan."
(E.M. Cioran)

lunes, 11 de agosto de 2008

UN ESPACIO PARA UN ESCRITOR FRUSTRADO

"Del dicho al hecho hay todo un trecho" dice la sabiduría popular (¿sabiduría?). ¡Cuánto niño que aseveraba ser un mecánico dental del futuro terminó confinado tras un escritorio ministerial! ¡Cuánta construcción viable en teoría se desmorona en las endebles bases de la praxis! Sin ir más lejos, tomemos el caso de Rne. De niño, él daba por descontada su futura carrera de dibujante. Más adelante, creyó que el futuro residía en el manejo del idioma inglés, y finalmente, ya grande y con varios fracasos encima, vislumbró una parcela a su disposición en el mundo de la literatura. El tiempo, ese impiadoso lo encontró dirigiendo este pasquín informático, pobre tipo.
Tanto nos conmueve el caso de Rne, que hemos decidido publicar un texto breve de su autoría para homenajear a esa ya difunta ilusión literaria. A continuación, pues, un raro texto de nuestro director, dicho sea de paso, que no es dibujante, ni traductor ni escritor.

Que una piedra me pasara cerca de la cabeza no era un fenómeno lo suficientemente inusual como para que en primera instancia me alarmara demasiado. Ahora, que a los pocos segundos otras dos pasaran casi rozándome el cráneo ya era para alarmarse. Me di vuelta y un grupo de tres jovencitos de no más de catorce años me miraba con detenimiento. Todos sostenían pequeños guijarros (y algunos no tan pequeños) en las manos. Vándalos hay en todas partes del mundo, hay que admitirlo, así que no me asombré demasiado. Lo que sí me llamó la atención fue el hecho de que a espaldas mías un numeroso grupo de gente que llevaba antorchas encendidas se encaminara hacia mí. Ignoré por un momento a los adolescentes violentos y enfrenté a este pintoresco grupo de manifestantes que se me acercaba mientras otra piedra me pasaba ahora cerca de la oreja. Lo primero que noté fue que el grupo de las antorchas estaba conformado por personas de diversa edad. Un niño de más o menos cinco años me enviaba vanos e ineficientes escupitajos desde los brazos de su madre mientras el rostro de pergamino de un señor ya mayor transmitía un sentimiento de encono muy agudo del cual sin dudas yo era objeto. Su expresión de repugnancia y sus gestos toscos parecían más grotescos aún bajo la luz dramática del fuego. Concluí en que algo inusual estaba ocurriendo y, visto y considerando que de alguna manera afectaba a mi persona de forma muy directa, resolví hacer algunas averiguaciones.
-“Disculpen, ¿les pasa algo?”, les dije mientras una piedra me pasaba bien pegada al cuello.
-“No, no, señor, no pasa nada”, contestó uno de los miembros del fogoso grupo mientras se persignaba frenéticamente.
-“Ah, está bien”
Otra piedra me rozó ahora el hombro. El pequeño de cinco años seguía escupiéndome sin éxito (se ve que todavía estaba aprendiendo a salivar con destreza) y una viejita extendía su mano con un crucifijo hacia mí.
-“Sin embargo, no puedo evitar notar que algo extraño pasa”
-“No, ande sin cuidado que aquí no ocurre nada, señor”
Sentí un dolor agudo: una piedra me había impactado de lleno en la espalda.
-“Les hago notar que estos muchachitos de acá me están tirando piedras y creo poder establecer algún tipo de vinculación entre ese hecho de violencia y el grupo que conforman ustedes, en el cual, curiosamente, todos portan antorchas encendidas con las que, según estoy viendo en este momento, están quemando una gigantografía de mi cara”, dije mientras le encajaba un cross de izquierda al mancebo tira piedras.
-“Sí, sus apreciaciones son acertadas –dijo el hombre que parecía presidir al grupo- pero usted siga con su vida normal, no nos haga caso”
-“Yo seguiría mi vida normal de mil amores, pero me resulta un poco complicado cuando unos jovencitos me arrojan piedras por la espalda, una muchedumbre de personas que portan antorchas se interponen en la vereda, un infante están intentando escupirme desde hace rato, una anciana me quiere espantar con un crucifijo mientras sus compañeros me miran con desprecio y queman una foto mía y... según estoy notando ahora, también están haciendo arder un muñeco que se asemeja a mí”.
-“Sí, sí, es muy observador, no se le escapa detalle por lo que veo pero despreocúpese y no se deje llevar por las apariencias, no se alarme”
-“Que no me alarme, mire usted. Discúlpeme un segundo, eh”, dije y a continuación le acerté un adoquín en la cabeza a uno de los jóvenes vándalos que insistía con los piedrazos. El muchachito se fue corriendo con la mollera abierta al viento
-“¿En qué estábamos? Ah, sí, en que no me alarmara. Bueno, pensándolo bien, podríamos llegar a un acuerdo, ¿qué le parece? Tal vez existiera la posibilidad de que ustedes pudieran correr por un momento su ritual ígnico hasta que yo terminara de pasar y luego podrían seguir quemando mi foto, el muñeco que se me asemeja y... no puedo evitar notarlo, mi casa también”-“Ah, esos que queman su casa no tienen nada que ver con nosotros. Nosotros podremos odiar a muerte a una persona, pero las casas son sagradas, no se tocan, no señor”
-“Sí, sí, le entiendo. Ahora, seré curioso: ¿a qué se debe ese odio acérrimo que me profesan?”, pregunté con la mirada fija en el otro grupo de manifestantes que sacaba un placard del interior de mi casa y lo quemaba en la calle.
-“¿Odio? ¿Y por qué deberíamos odiarlo, señor? Que yo sepa nadie lo odia aquí”
-“No obstante, usted acaba de decir: podremos odiar a muerte, bla bla bla...”
-“Ah, sí, pero no me refería a usted, desde luego”
-“Mmm, sin embargo por el contexto en el que dijo la frase, creo que sí se está refiriendo a mí, pero...perdóneme un momento, eh. ¡Los que están quemando el placard pueden bajar la voz un poco, caramba! Eeeeh, bien, como le estaba diciendo, me parece que usted quiere ocultar, tal vez con el fin de no herirme, el hecho de que la repulsión que sienten por mí es brutal y por momentos incontrolable. Es decir, los noto a sus compañeros muy exaltados mientras avivan el fuego para quemar a mi muñeco/sosías. Más que exaltados, yo diría que los noto frenéticos y además muy satisfechos, sobre todo ahora que han empezado además a orinarle encima al muñeco.... ” Ni bien terminé de hablar, el infante finalmente acertó su primer escupitajo de la tarde, justo en mi ojo derecho. La muchedumbre toda lo felicitó calurosamente (de otra manera no podía ser entre tanta antorcha). Mi paciencia se agotó.
-“Bueno, no se ofendan, pero me tengo que ir”, dije.
-“Vaya con Dios, buen hombre”, me dijo el líder del grupo mientras todos corrían a formar un cordón que cortaba la calle de par en par.
Estaba yo por comenzar un enunciado ya más violento cuando un colectivo que venía por la calle tuvo que detener su marcha ante el cordón. El chofer asomó la cabeza por la ventana, analizó la situación y se volvió a meter para adentro. A los pocos segundos, el bufido de las puertas del micro anunció el descenso de una nueva muchedumbre, que muy organizada se dispuso a atarme a una estaca raudamente.-“No quiero ser entrometido –dije- pero me parece que me están atando a una estaca y por lo que veo, también están preparando paja y elementos combustibles para realizar una fogata. Atando cabos, creo estar acertado en que ustedes me quieren quemar vivo en una hoguera ¿estoy más o menos bien encaminado en mis deducciones?”
-“Sí, es posible”, dijo toscamente un tipo morrudo que ajustaba bien las cuerdas a mis muñecas.
-“¿Podría saber por qué van a llevar a cabo esta barbarie?”
El tipo que me estaba atando sacó un papel del bolsillo, y leyó:-“Castigo por actos de brujería impuros”
-“Ah, entiendo, entiendo”Miré al hombre que lideraba al grupo de las antorchas y le grité para que me oyera entre la muchedumbre ahora alocada que clamaba mi muerte.
-“Estoy ofendido con usted, podría haberme dicho la verdad desde un principio, ¿no? Ya me olía yo que algo raro estaba pasando ”
-“No le voy a mentir. Sí, lo estuve tratando de engañar, pero no me resultó fácil, eh. Espero pueda perdonar mi falta de franqueza”, gritó el hombre entre la muchedumbre ya totalmente ida. Luego empujó a algunas personas, se abrió paso, se acercó hasta mí y me dijo al oído:
-“Entre usted y yo, antes de que lo quemen: ¿es verdad lo que dicen de los súcubos?”
-“Y, le voy a ser sincero: valen la pena el sacrificio”.
FIN

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Evidemente no se entiende el texto, es poco claro. Deambula y deambula y no llega a una conclusion. Favor de esforzarse para mejorar en el proximo escrito.

Heladerias ZN

Anónimo dijo...

Rne es re groso, lo que pasa que tiene un estilo que pocos entienden. Es absurdo en apariencia, pero una plétora de mensajes subyacen esa estructura a la vista sin pies ni cabeza. Es heredero de estilo de los Ian, de los Basurto.

Anónimo dijo...

No es original. La Rana Valencia escribía ese tipo de textos mientras escuchaba música progresiva.

Anónimo dijo...

Gerardo, permitime que te corrija pero es EL Rana Valencia, no LA Rana como lo escribisteS.

El Gordo BoNADAeo

Anónimo dijo...

A veces mejor no dejar herencias. Dejen tranquila a Romi Ian y demás escritores/as con estilo.
Se deja mensaje claro o no se deja. No se hagan los finos.

Heladerías ZN

Dr. Gambetta dijo...

Si bien la tibia referencia póstuma a Lilit, Lutzi Abrahel, Baltazo, Bietka, Filotano, Florina Vasordie o Mancerinio parece que haya salvado al relato de un estropicio seguro... Finalmente creo que tamaño esfuerzo súcubal no lo ha evitado.
Siga así, y converse menos en clase.