En otro ataque de genialidad, Macri ha decidido cambiar los vagones de la línea A de subterráneos, es decir, cambiar los únicos vagones estéticamente agradables de toda la red que circula en Buenos Aires. Quien haya viajado en ellos, sabe que a pesar de tener casi cien años de antigüedad, no están en un estado deplorable, y que mantienen un encanto que, de haber tenido voluntad, tal vez se podría haber restaurado. Pero bueno, Macri (al igual que casi todo gobernante) es uno de los tantos exponentes del "progreso", el mismo que consiste en talar árboles para poner playas de estacionamiento o demoler casas antiguas para erigir torres inteligentes, sin que sepa uno cómo ostenta su inteligencia una edificación.
No obstante el placer que proporciona la madera, es posible que sean cuestiones de seguridad las que lleven a tener que realizar un cambio total de la flota, así que le damos el beneficio de la duda a la decisión. Ahora, lo que sí tenemos que señalar es que el jefe de Gobierno de la Ciudad ha tenido además la atinadísima idea de suspender el servicio por dos meses para que se concrete el recambio. Total, los que viajan en esa línea pueden tomarse un colectivo, o caminar, qué tanto jorobar. No sea cosa que se planifique una logística operacional que entorpezca lo menos posible el funcionamiento del servicio. Se corta el servicio, y punto, y aparte, por las dudas.
El gobierno nacional no tiene problemas en difamar a los opositores con infamias inventadas si es necesario. Macricito, así de bueno que es, les ahorra el trabajo, con su accionar público ya demuestra lo torpe y execrable que es.
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